martes, 23 de septiembre de 2008

La edad del cielo


Nunca había sentido esta tranquilidad en el pasar de los días, tirando por la ventana las horas, nunca... nunca antes, la alegría aparente, había sido el reflejo de la calma asustada, de un ánimo moderado que sujeto con alfileres a los bordes de mi ropa, para que no se vaya demasiado pronto, para que no se lo lleve el viento cuando alborote mi falda...
Nunca antes habían enmudecido así mis manos, deslizándose las ganas de escribir sobre la frente sin poder encontrar el camino que las levante en un vuelo... han enmudecido durante la noche, la noche en que nació la lentitud de mi sonrisa... y se descalzaron, discretas, temerosas de que el ruido de sus pies sobre mis hombros pudieran despertar a los fantasmas...
Nada me saca de la cama y mi voz no trascribe el silencio... y estoy rodeada de calma y atravieso tantas distancias que quiero gritar que vivo, que quiero decir que quiero, que sufro y me río... que soy una mujer hecha de masa de pan, aire y desvelo, de colores en blanco y negro, palabras e idiomas extraños... que sabe a tus rizos en mis dedos...


Suena: La edad del cielo
Veo: el regreso del esmalte de uñas negro
Sabe: a gotas de luz ciega
Huele: a mar
Toco: mis ganas
Estado: creo que me duele la cabeza...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Disfruta de esa tranquilidad, que bien merecida la tienes. Besos volados.