lunes, 10 de noviembre de 2008

Limones II

No puedo dejar de pensar en ella... en cómo cada vez es más pequeña y su carácter siempre agrio se dulcifica con el miedo, cada día que pasa, con la conciencia de saber que cada segundo que pasa es un segundo menos entre nosotros, está un segundo más cerca del final... y sus ojos temblorosos, esos con los que apenas ve ya, reflejan la tristeza absoluta que ya residía en ellos pero que ahora campa con absoluta libertad por todo su cuerpo... porque sabe que se va y no sabe qué hacer ni qué pensar para no sentir tanto miedo, tanta pena...
Y es más cariñosa y amable... y busca más nuestra compañía... y sueña cada día, cada noche, con que mi hermana y yo volvamos a casa para estar con nosotras más tiempo, porque no sabe cuántas veces más podrá vernos y regañarnos, que es su modo de decirnos te quiero...


Y no sé cuándo le dan los resultados de las pruebas... ni siquiera sé si me los contarán... de hecho ya me han ocultado la verdad, que viajó de incógnito hasta mis oídos... lo que sé es que, por muchos 86 años que tenga, siempre será mi segunda madre y no habrá vida suficiente para olvidar que fue ella quién me enseñó a leer, a escribir y a cantar... a jugar y a coser... a crecer haciendo frente a sus ataques (extrañas muestras de amor) y a saber que, siempre que lo necesitase, su mano estaría ahí sujetando la mía incondicionalmente...
Lo único que sé es que, ese día que no quiero pensar, me habré quedado un poco más sola en este mundo egoísta que sigue dando vueltas y tomando decisiones sin consultarnos...


Suena: la primera canción que me enseñó
Toco: su cuerpecito menguado
Sabe: a la ausencia de su tortilla de patatas
Huele: a sus rosquillas, jazmín y hierbabuena
Veo: las largas tardes de verano en su casa del pueblo
Estado: de vuelta a Madrid.
Y no me dice mama... pa eso tiene a su mare, no hay cosa que más me duela, que cada vez que me llame, sólo me diga Manuela...