- Pues el amor, y le voy a parecer a usted un pedante, es la confluencia del instinto fetichista y del instinto sexual.
- No comprendo.
- Ahora viene la explicación. El instinto sexual empuja el hombre a la mujer y la mujer al hombre, indistintamente; pero el hombre, que tiene un poder de fantasear, dice: esa mujer, y la mujer dice: ese hombre. Aquí empieza el instinto fetichista; sobre el cuerpo de la persona elegida porque sí, se forja otro más hermoso y se le adorna y se le embellece, y se convence uno de que el ídolo forjado por la imaginación es la misma verdad. Un hombre que ama a una mujer la ve en su interior deformada, y la mujer que quiere al hombre le pasa lo mismo, lo deforma. A través de una nube brillante y falsa, se ven los amantes el uno al otro, y en la oscuridad ríe el antiguo diablo, que no es más que la especie.
- ¡La especie! ¿Y qué tiene que ver ahí la especie?
- El instinto de la especie es la voluntad de tener hijos, de tener descendencia. La principal idea de la mujer es el hijo. La mujer, instintivamente, quiere primero el hijo, pero la Naturaleza necesita vestir ese deseo con otra forma más poética, más sugestiva, y crea esas mentiras, esos velos que constituyen el amor.
- ¿De manera que el amor, en el fondo, es un engaño?
- Sé, es un engaño como la vida misma; por eso alguno ha dicho, con razón: una mujer es tan buena como otra, y a veces más; lo mismo se puede decir del hombre: un hombre es tan bueno como otro, y a veces más.
- Eso será para la persona que no quiere.
- Claro, para el que no está ilusionado, engañado... Por eso sucede que los matrimonios de amor producen más dolores y desilusiones que los de conveniencia..
- ¿De verdad crees usted eso?
- Sí.
- Y a usted, ¿qué le parece que vale más, engañarse y sufrir o no engañarse nunca?
- No sé. Es difícil saberlo. Creo que no puede haber una regla general.
(...)
- Usted cree que no la quiero, Lulú?
- Sí..., un poco...; ve usted que no soy una mala muchacha...; pero nada más.
- ¿Y si hubiera algo más? Si yo la quisiera a usted con cariño, con amor, ¿qué me contestaría usted?
(...)
- Ya ves usted, Andrés; esa locura, ese engaño que dice usted que es el amor, lo he sentido yo por usted desde que le vi.
***
Pío Baroja
***
Para qué negarlo...
Suena: Infinito - Bunbury
Sabe: a ratones en el estómago.
Huele: a jueves sin madrugar.
Veo: fotos aparecidas
Toco: la falta de azahar
Estado: hambrienta.
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5 comentarios:
Me gusta buscar el amor, independientemente de si es un engaño o no. Nos permite la vida, aunque escuezan las cicatrices que nos deje. Aunque permanezcan los recuerdos.
Este Pío, sí que sabe :)
Me gusta tu blog.
Mucho.
Incluso a mí :-)
Muchas gracias Capuletstomb. He intentado escribirte sobre tus textos, pero "no estoy autorizada". He estado "cotilleándote" y me gusta tu hueco.
Te seguiré. :)
Carola, sólo tengo una cosa que decirte: cedda.
Jajaja, petarda. Sigues sin activar esa oculta opción para hacerme fan tuya de forma oficial, recuerdas?
Habilitado!!
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